Soy mujer. Soy argentina. Soy la madre de unos y la hija de otros. Soy bióloga. Soy docente. Soy descendiente de una familia que llegó a América con los conquistadores. Soy descendiente de una familia que fue casi totalmente exterminada en la Shoá. Soy muchas cosas y, a lo largo del tiempo, soy muchas cosas distintas. Como todo el mundo, ¿no?
¿Importa todo esto? La verdad que no. Salgamos de la trampa del “¿desde dónde lo decis?”. Es totalmente irrelevante quién soy para lo que voy a decir ahora. Porque quiero hablar de ideas que tienen que ver con el mundo, con eso que está ahí afuera y que podemos tratar de entender mejor si buscamos las evidencias adecuadas. Para evaluar estas ideas, lo que necesitamos es ver qué evidencias las sostienen, tenemos que analizar qué se dice y no quién lo dice.
La otra muleta mental que circula es la pregunta de “¿A quién le sirve lo que decís? ¿A quién sos funcional?”. Tampoco esto me importa demasiado. Creo que si uno quiere cambiar el mundo más que quejarse de él, es esencial saber cómo es ese mundo, qué cosas pasan en él y cómo son. Saber siempre es mejor.
Me importan, y mucho, el feminismo y sus luchas. Comparto gran parte, aunque no todos, sus planteos principales. Creo que Ni Una Menos es una gran iniciativa que permitió mostrar lo que para muchos estaba oculto, y que otros preferirían que siguiera oculto. Motivó tanto a mujeres como a hombres a pensar su rol en estos temas. Y esa reflexión siempre es buena. Siempre dispara la posibilidad, que no siempre sucede, de cambiar un poco las cosas en la dirección de más igualdad, de menos violencia, de más justicia.
Por ambas cosas, por mi interés en poner lo que sabemos en una base firme, y por mi interés en el feminismo, es que veo con mucha preocupación la encuesta que se publicó hace muy poco bajo el nombre de Primer Índice Nacional de Violencia Machista.