Para responder muchísimas preguntas necesitamos medir. A veces, esta necesidad hará que tengamos que transformar nuestras preguntas o nuestros métodos de modo de poder conseguir las respuestas. Como dijo Galileo Galilei:
“Mide lo que se pueda medir y, lo que no, hazlo medible”.
Supongamos que queremos averiguar qué opina la gente sobre algún tema. ¿Cómo hacemos? Fácil, vamos y les preguntamos, ¿no?
Pero las cosas no suelen ser tan sencillas. Necesitamos primero resolver algunas cuestiones:
- ¿Qué “gente” nos interesa? Para empezar, medir implica seleccionar, elegir qué queremos medir. Hay que tomar decisiones.
- Una vez que decidimos quiénes nos interesan, tenemos que encontrarlos. ¿Sabemos dónde están? ¿Sabemos quiénes son?
- Como en general no podemos preguntarles a todos ellos (salvo que podamos hacer un censo), tenemos que elegir una muestra de unos pocos, y esta muestra debe representar adecuadamente al grupo en general. Debemos contruir muestras que no tengan sesgos, que no tengan desvíos.
- Incluso si tenemos una muestra representativa de la población general que nos interesa, ¿podemos saber si nos dirán la verdad cuando les hagamos las preguntas? Las personas nos comportamos de maneras muy extrañas cuando sabemos que nos observan. Somos un desastre como sujetos experimentales.
Basta con que nos equivoquemos con uno solo de estos aspectos para que el resultado que obtengamos sea erróneo y nos lleve a conclusiones equivocadas. Por eso, lo primero es asegurarnos de estar haciendo las cosas bien. Sigue leyendo